
A este respecto, durante la Edad Media es común que las zonas fronterizas fuesen pobladas por personas de "escasa calidad moral", a los que casi nunca se preguntó por un pasado del que normalmente se venía huyendo. Algo parecido sucedió durante la Modernidad, cuando ladrones, desertores y contrabandistas convivieron en una raya por la cual camparon a sus anchas y que borraron tras cada uno de sus pasos. De finales del S. XVIII y de todo el siglo XIX nos han quedado testimonios de viajeros, que nos describe incluso el aspecto físico del contrabandista: Hay algo especial en su modo de usar la faja roja, que llevan enrollada a la cintura.
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